Una peregrina cuenta su experiencia de haber caminado desde China y que había viajado ocho meses por el Tibet, atravesando regiones sin explorar hasta llegar a Lhasa donde residió dos meses, sin que sus habitantes se dieran cuenta que era extrajera y por que estaba prohibida su estadía allí. Junto a su amigo Yongden superaron varios obstáculos y arribaron a la ciudad elegida. Se hospedaron en una casa que una señora les alquilo, por cierto era muy precaria y con una vista a gusto de la peregrina, desde donde veía el Potala.
La señora presencio la ceremonia que realizan los tibetanos todos los años, al final de la cual echan fuera de la ciudad a un “chivo expiatorio” , no es un animal, sino un hombre, consciente del papel que asume. Y ella en su relato describe detalladamente todo lo que ocurre en la ceremonia.
La mujer y su amigo lograron quedarse en Lhasa por un tiempo de dos meses sin ser reconocidos como extranjeros.
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