lunes, 30 de agosto de 2010

La calidez del interior.

Este viernes soleado invita a viajar. Me traslado desde caballito hasta la estación de trenes de Retiro. En la ventanilla, a metros de la vía, pido un boleto a Mercedes. En unos minutos dejaré atrás Capital y visitaré el interior de la provincia. Voy en busca de la paz y la calidez de sus habitantes; en busca de los brazos abiertos que esperan a cualquier forastero, ansioso por conocer el pueblo y la forma de vida de esas personas.

Son las seis y veinticinco de la mañana y el sol comienza a asomar. Subo al vagón en busca de ese asiento que me permita ir cómodo las dos horas de viaje que tengo hasta llegar al destino elegido. Emprendo viaje, comienzo a ver los últimos edificios que decoran el paisaje de la ciudad. Al cabo de unos minutos, mis pupilas se inundan de color verde, por la aparición de los extensos campos que se hallan al costado de la vía, como retrato fiel de la llanura pampeana. Luego de atravesar las dos horas de viaje, la voz del guarda me despierta:
- Estación Mercedes.

Ansioso, desciendo del tren y me estrecho en un cálido abrazo con mi amigo Juan, que ha estado esperándome.
-Mercedes es una ciudad en crecimiento: apenas 70.000 habitantes. Nació como un pequeño fortín de madera, barro y paja que sólo era suficiente para resguardar a los soldados. Ésta era tierra de indios “pampas” y “serranos”.
Me cuenta Juan, mientras dejamos la estación a paso lento, bajo un amplísimo y azul cielo de primavera.
De pronto imagino cómo pudo un pequeño fortín llegar a ser ciudad.
-En 1752, un militar de apellido Zarate se instaló en esta zona y la llamó “Frontera de Lujan”. Veinte años después, ya se habían asentado los pobladores en sus chacras. Y fue un Capellán, Fray Hilario Pavón, quien le dio el nombre de “Nuestra Señora de las Mercedes”, en honor a la Virgen. Pasó un siglo hasta que se convirtió en ciudad.
Relata Juan, como si hubiese adivinado mis pensamientos, mientras comenzamos a ver las casas bajas y algún edificio de unos pocos pisos de altura.

A los pocos minutos aparece ante mis ojos, imponente, el edificio de tribunales, prestigiosa institución creada a mediados del siglo diecinueve.
Sin darnos cuenta hemos llegado al corazón mismo de la ciudad. Miro esa gran puerta marrón de doble hoja y decido entrar para conocer esas salas ocupadas por jueces y abogados que buscan ser lo mas justos posibles; aplicando la condena correspondiente a los delitos cometidos.
-El Departamento Judicial de Mercedes es amplio, ya que abarca 16 partidos de la zona. Por estos pasillos ha pasado un sinnúmero de gente…y también tuvimos la presencia, en la década del 90, de Diego Maradona, por una agresión a periodistas sucedida en su quinta de Moreno.
Me cuenta un empleado de traje oscuro y corbata rayada, desde su lugar detrás de un pequeño escritorio.
Le agradezco, lo saludo y continuo recorriendo ese lugar con tantas historias entre sus paredes.
Cuando salgo, al cruzar la calle, visualizo la plaza principal, llamada San Martín, cuyo nombre corresponde con el monumento construido en honor al prócer. A la plaza la Catedral, el Palacio Municipal y una confitería conocida como la Recova, donde antiguamente se encontraba el cabildo. En este sector de mercedes, las personas realizan trámites, recorren locales de ropa, toman café. Y, como en todo pueblo, los jóvenes utilizan la plaza como punto de encuentro.

Juan me sugiere tomar la única línea de colectivos que hay en Mercedes.
-Te voy a mostrar la Pulpería.
Me dice. Y allá vamos.
Realmente se encuentra lejos del centro, aislada del movimiento frecuente de personas y de vehículos. Es una antigua construcción, se remonta a 1830. Atravesar la puerta de la Pulpería de Cacho Di Catarina es como ingresar en un túnel del tiempo, capaz de conducirnos hasta el descubrimiento de las costumbres y modas de casi dos siglos.
Creada en medio del campo, junto al rió lujan, fue testigo inmune del desarrollo poblacional que la dejó situada en las afueras de Mercedes, a la vera de una calle de tierra, donde el paso frecuente de gauchos a caballos confiesa que el camino pertenece al pasado, igual que el primitivo negocio, jamás cerrado pero tampoco nunca remodelado. Su exterior conserva la fachada intacta: paredes de ladrillos de la época, antiguas y descoloridas publicaciones de chapa. Y flameando orgullosa la bandera argentina. En su interior, el mobiliario: mostrador de estaño, estanterías, piso de ladrillo, techo de tejuelas y tirantes, todo original; también cuenta con una vieja estufa a leña, utilizada para calefaccionar el lugar.
-Yo conocí la pulpería porque mi abuelo me traía de chico. Cuando él murió, seguí viniendo a pasar buenos ratos como en la infancia.
Me cuenta mientras saluda algunos conocidos.
Un grupo de muchachos nos invita a jugar un truco. Entre risas, alguna cerveza y varias bromas, les ganamos.
Me despido de este sitio que cuenta por sí solo la historia de tantas personas que fueron y serán protagonistas.
Miro el reloj. ¡Como pasa de rápido el tiempo en este lugar!
Va promediando la tarde. Debo regresar a Capital.
-No podes irte sin conocer “La Trochita”.
Sentencia Juan, y emprendemos la caminata hacia el lado del centro. A mitad de camino nos detenemos.
-Actualmente funcionan dos ferrocarriles en Mercedes: el San Martín y el Sarmiento. El tercero, que hoy no funciona, es el Belgrano. Nació en 1904 con la red de ferrocarriles de trocha angosta, entre el puerto de Buenos Aires y Rosario.
El ramal Bs As-Rosario, que arrancaba en Barracas, arribó a Mercedes en 1907. El servicio de pasajeros de esta línea era precario, durante muchos años ofreció sólo dos trenes diarios.
El Belgrano llegaba a la estación la Trochita, conocida así por los lugareños.
Me cuenta Juan, orgulloso de su ciudad.
Recorriendo las instalaciones se puede apreciar una galería con un techo cubierto por chapa y sostenida por columnas blancas. La vía esta tapada por yuyos, malezas y cañaverales, oxidadas como señal de que no se usa o se emplea muy poco. Sigo muy concentrado mirando a mí alrededor, cuando de repente aparece una señora preguntando si necesitamos algo. Aprovecho el encuentro y le pregunto sobre el tren.
-Tengo muy pocos recuerdos de esta estación, me sorprendía la llegada del tren ya que no era frecuente ver su paso por acá debido al poco servicio.
Me cuenta la señora amablemente. En ese momento, un hombre se suma a nuestra conversación.
-Me da mucha tristeza, una tremenda desazón nos embarga, indigna que se haya abandonado un servicio que se prestó y que hoy se podría haberse prestado a la comunidad.
Comenta Jorge, quien trabajó 40 años como operario, hoy jubilado y que con un grupo de amigos lleva adelante un proyecto, que trata de activar nuevamente el tren hasta Salto para devolverles la vida a los pueblos que se convirtieron en “fantasmas” por la ausencia del ferrocarril.
Vuelvo a mirar el reloj. La tarde va cayendo. Decido volverme.

Mercedes es una típica ciudad del interior, llena de recuerdos, lugares construidos hace siglos, con instituciones que prestigian a toda su comunidad, y con algo que es común en sus habitantes: la calidez.

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